¿A qué sabe Cáceres?

A trufas de torta del casar con maíz crujiente, a jarrete asado con pimentón de la Vera o a chupa-chups de morcilla patatera con miel de las Hurdes. La provincia extremeña se vende desde el estómago, empezando por
la Ruta del Jamón Ibérico. Pero hay mucho más.

Primero, las trufas. Luego una cajita mediana de torta del Casar, ese indispensable queso cremoso con Denominación de Origen propia. Y un buen puñado de maíz crujiente. O lo que es lo mismo, kikos de toda la vida. Faltaría algún que otro lingotazo de mermelada de frambuesa. Y lista la receta en versión renovada de uno de los quesos más populares de la provincia de Cáceres. Es cosa del chef Francisco Refolio, gerente del restaurante Corregidor de la ciudad extremeña y responsable de la demostración culinaria en vivo que se hizo en Madrid para presentar las bondades turísticas de la zona. Empezando por su último spot publicitario y siguiendo con el documental Tierras de Cáceres, que recorre a conciencia sus principales hitos históricos y naturales.
La representación gastronómica siguió con una ensalada de perdiz estofada con aceite Gata Hurdes y con el jarrete (pierna) asado de ternera extremeña y pimentón de la Vera. Hay más: cremoso de boletus (la comarca de la Sierra de Gata es la panacea en cuanto a micología se refiere) y queso Ibores, otro imprescindible de la zona, bien empantanado todo en mermelada de tomate de Miajadas. ¿El colofón? Chupa-chups de morcilla patatera con miel de Las Hurdes.
Los cerdos característicos de la dehesa extremeña
Si a alguno le sabe a poco el homenaje ahí están la prueba de cerdo (un guiso típico de la matanza al que se suele añadir pimientos y algún diente de ajo) y las míticas migas extremeñas con panceta, tocino y también pimientos. Éste era antaño el contundente sustento de los pastores durante la trashumancia, ya que conseguían dar salida al pan cuando se quedaba duro, alimento barato y calórico a más no poder.

Jamón de bellota, bellota
Llegados a este punto, entran las rutas del Jamón Ibérico, ya que una atraviesa las comarcas cacereñas de Montánchez y Tamuja a lo largo de 19 municipios. Por algo de aquí salían los jamones que despachaba el emperador Carlos V, manjar que no podía faltar en su mesa. En ninguna. Y menos en la del Monasterio de Yuste, en La Vera, y uno de sus lugares de descanso preferidos. Ahora, la ruta se completa con información sobre alojamientos con encanto por la zona (desde casas rurales levantadas en haciendas palaciegas a fincas descomunales donde es posible participar en tareas de labranza), bodegas (con cata incluida de los caldos de la Ribera de Guadiana), restaurantes y tiendas gourmet especializadas. Y si tiene alguna duda de cómo se corta un jamón de bellota, bellota, métase en la web de la de D.O. Dehesa de Extremadura.
La provincia de Cáceres está repleta de conjuntos históricos
De postre, nos quedamos con el tiramisú de torta del Casar al licor de bellota con gominola de carajillo y jalea de cerezas del Jerte. ¡Aquí queda eso! Y por si surge la duda, fueron los árabes quienes introdujeron el cerezo en el Valle del Jerte aunque ya se cultivaba desde la etapa romana. Por si acaso, sepa que la mejor época para asomarse a los cerezos en flor es antes de la primavera, cuando el valle se cubre todo de blanco. No en vano, el espectáculo es una de las Fiestas de Interés Turístico que pueblan la geografía patria. Huelga decir que por estos lares sobran el licor, la mermelada y todo tipo de viandas de, claro está, cereza.
El apartado dulce se cubre también por las perrunillas que elaboran de forma artesanal las monjas de clausura de los conventos de Cáceres y Trujillo, entre otras localidades. O con los coquillos de miel. Traducción: especie de pestiños o huesillos a base de cáscara de naranja, canela, arina, anís, aguardiente y mucha miel.
El puente romano de la Garganta de Alardos, en La Vera
Y como no sólo del estómago vive el viajero, la provincia también acapara conjuntos históricos para dar y tomar, culpa de su estratégica ubicación en plena Vía de la Plata con restos impresos desde tiempos prehistóricos a la Reconquista. De ahí los conjuntos de la propia ciudad de Cáceres (desde intramuros al santuario de Nuestra Señora de la Montaña), Trujillo (con su arquitectura nobiliaria a la cabeza), Guadalupe (y su Monasterio), Plasencia (reconquistada por Alfonso VIII), Hervás (hay que patear su Barrio Judío) o Valencia de Alcántara (aquí destaca su genial Barrio Gótico). La lista sigue con Gata, Villanueva de la Vera, Coria...


Cáceres, además, renueva sus paquetes deportivo-turísticos a golpe de rutas por espacios naturales como el del Tajo Internacional, el geoparque Villuerca Ibores Jara o el parque nacional de Monfragüe. En ellos cabe de todo: cañadas reales, miradores, puentes romanos, castillos, calzadas medievales, sinagogas, fábricas de seda, centros de interpretación... Y entre medias, elija: senderismo, rutas a caballo, avistamiento de aves o rafting.
Más información, visita http://www.turismocaceres.org/

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